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Raphael también canta tangos

Extracto de la entrevista publicada en Magazine
Txt: Núria Escur
Ft: Francis Tsang
Sigue siendo aquél... tan diferente de todos. Rafael Martos, Raphael, conserva ese estilo tan personal, como él dice, de “salir al escenario pi-san-do-hue-vos y diciendo esto es lo que hay”, aunque ahora se dedique al tango o quiera recopilar música popular. Asegura que como estrella que es, se jubilará cuando le venga en gana, que hacer siempre lo que ha querido es lo que le ha funcionado

Raphael le ha dado por los tangos y anda hablando lunfardo por las esquinas. “Me ha dado una fiebre”, dice. Su último trabajo era su asignatura pendiente con la música de América Latina: tangos, boleros y rancheras. Te llevo en el corazón (Sony) es el principio de una serie de conciertos que no asustan a este hombre menudo, sagaz e incombustible.

Hay muchos modos de explicar la vida de Raphael. Una es contando que fue un niño prodigio –el ruiseñor de Linares– hijo de un obrero de la construcción que acabó casándose con la nieta del conde de Romanones. Que empezó en el coro de la iglesia con nueve años, ganó el Festival de la Canción de Benidorm con 16 y se presentó en Eurovisión con Yo soy aquél. Que luego, tuvo una pléyade de seguidores. Pero esa sería una versión simplista e injusta. Otra sería evocar todo lo que de fenómeno social supuso Miguel Rafael Martos Sánchez (Linares, 1943) con su provocativo estilo rafaelista. Versión más abstracta, pero igual de incompleta. El caso es que aquí está aún, diminuto, ágil, superviviente, en cazadora de piel negra y cremallera de plata, dispuesto a fagocitar cualquier frase que le comprometa.
Un trasplante de hígado en el 2003 le sacó de la cirrosis hepática, en la que el alcohol –nunca en presencia de terceros, siempre en la soledad de los hoteles– tuvo algo o mucho que ver. Siete años después, parece haber renacido este hombre histriónico y excesivo en el escenario que, en la conversación, es sobrio y exquisito.Al contrario de Lou Reed, Raphael tiene más arrugas de lejos que de cerca. Un efecto extraño que le desdobla en efebo y sexagenario a la vez y que despista a cualquiera.

En esa portada parece Michael Jackson.
Bueno, tenga en cuenta que ese gesto siempre ha sido mío, ¿eh? Yo soy anterior. La foto la hicieron en La Boca, el barrio más arrabalero de Buenos Aires…, ¡y esa pose es muy Raphael de toda la vida! En fin, tal vez me asocien a él al llevar sombrero… ¿Qué más me puede unir?

Que él, usted y Queen son los únicos en el mundo que poseen un Disco de Uranio.
¿Si? ¡Anda! Ni yo mismo me acuerdo de los premios que me han dado…
350 Discos de Oro, 50 de Platino y el de Uranio, categoría que crearon especialmente para sus 50 millones de copias…

El señor Jackson era un artista como la copa de un pino. Pero yo soy más antiguo.

Dice usted que este último es el proyecto más monumental de su vida.
El más ambicioso, porque son tres discos en uno y un DVD y ha sido muy movido: Buenos Aires, México... Era la primera vez, desde hace siglos, que cantaba en directo con todos juntos, porque ahora, te meten en un cuartito y allí se graba a retazos…
Incluso consiguen cantar con gente que ya ha fallecido.
Yo mismo canto con Carlos Gardel, qué cosas. Es un homenaje.

Tango, bolero, ranchera. ¿Qué estado de ánimo requiere cada uno de ellos?
Hay que meterse en el papel. Yo, es que… yo no soy cantante. Bueno: soy cantante porque canto, pero, de verdad, lo que soy es intérprete. Y mi primera regla es esta: créete la historia de amor que estás contando, métete en la piel, ¡si cuentas bien, cantas bien!
“Yo, es que... yo no soy cantante. Bueno: soy cantante porque canto, pero, de verdad, lo que soy es intérprete. Y mi primera regla es esta: creéte la historia de amor que estás contando”

Y para contar tangos dice que si no es en Buenos Aires, nada.
¡Claro! Es la primera vez que yo canto tangos. ¿Cómo pensaban que iba a hacerlo? Empecé un día a darle, a darle…, hasta que dije: “A estas alturas yo no quiero pegar un patinazo, voy a dar la cara y si canto tangos será en su tierra”. Si yo hubiera visto que ponían cara de “¿dónde va este?”, lo hubiera dejado. Pero les gustó. Tenía que pisar su tierra, respirar tango, comer tango… Así es como yo trabajo.

Tiene usted una capacidad de camuflarse innegable.
Y es que parece que nací cantando tangos. En realidad, eso me ocurre con toda la música popular: la encuentro fascinante. Popular, no populachera; del folklore, no folklórica, ¿eh?
Sombras, La flor de la canela, canciones que usted oyó cantar a su madre.
Melodíaaaa de arrabaaal…, estas son cosas que se van cociendo dentro de uno. Yo tenía una asignatura pendiente con América Latina, así que el día en que uno celebra sus 50 años en la profesión, ese día en que ya puedes hacer lo que quieres, piensas: “Pues sí señor, voy a hacerlo”.

¿En qué momento de su vida está?
Mágico. En un momento mágico.

¿Y el respeto de quienes no comulgan con usted o le asocian a la leyenda franquista?
Eso se consigue con años. Y porque tú les respetas a ellos. Eso se nota muchísimo, es un guiso que se va cociendo durante años, y ahí no tienen nada que ver las ideologías. Como yo no he vivido nunca de la política, admiro a los artistas por su carrera, no por su voto. ¡Que estamos en democracia, dicen…!

Entonces, de todas las mentiras que se han dicho sobre usted en los medios, ¿cuál es la que más le ha dolido?
Ninguna. Se lo digo sinceramente… Cuando lees algo de ti que no es cierto, te mueres de risa.

¿En algún momento le ha incomodado que le consideren “icono español”?
Es que yo no puedo ser icono. Sólo puede ser icono, español o no, alguien que se ha retirado o que se ha muerto.

Pero puede ser “leyenda viva”…
Esa es otra que les gusta, sí. Ahora me persiguen porque quieren hacer un musi-cal sobre mí, y yo les digo: pero… vamos a ver, sentaos, sentaos…, ¿pero cómo queréis representar eso si cuando el público salga del teatro se va a encontrar con que yo estoy en el teatro de enfrente cantando? Y te contestan: “Tendrías que salir de la circulación durante cuatro años”. ¡Sí, hombre! ¿qué voy a salir yo del cuadro?

Hay quien insiste en hacerle salir del armario.
Yo no tengo ningún armario del que deba salir, ¡por favor!