Rodolfo Mederos Trío.
Torcuato Tasso.
Buenos Aires, Viernes 25 de enero
Una vez más me dispongo a la ardua tarea de narrar
lo que considero inenarrable. Una vez más intento justificar de mil maneras
distintas mi incapacidad de contarles mi experiencia en algunos conciertos como
el que asistí el pasado viernes en el Tasso, lugares emblemáticos si los hay, garantía
de buen tango.
Afortunadamente, hace un par de años había presenciado un concierto de Rodolfo Mederos y su Trío junto al
poeta Juan Gelman en L’ Auditori de Barcelona, de modo que a
mi favor, ya sabía por dónde vendrían los tiros. Sin embargo, no fue así, quedé
atónita como la primera vez.
Como antesala, Sergio
Rivas, el contrabajista que acompaña a Mederos desde hace ya un tiempo en
sus distintas formaciones, presentó varios temas de su último cd titulado “Pa’ que trabaje el grandote”, un
maravilloso disco que recopila cronológicamente varias obras escritas para este
instrumento como solista en el género y para dicha presentación contó con la
presencia del eximio guitarrista Diego
de la Vega, el otro integrante del trío de Mederos y del pianista Ramiro
Roballos. En pocos acordes, pero a gran escala, Rivas fue capaz de adentrarnos en su refinado universo sonoro,
recorriendo las distintas etapas del tango.
Finalmente, apareció el Señor Rodolfo Mederos que felicitó a Rivas
y elogió la presencia del instrumento en el tango diciendo: “Tocar sin contrabajo, es como caminar
descalzo” y ya con el bandoneón sobre
su regazo pronunció su célebre: “Bienvenidos
a la fiesta” y con “Soledad”, un
tangazo de la mítica dupla integrada por Gardel
y Le Pera, abrió las puertas de su
casa.
Ahora es cuando empiezo a entreverar los momentos, básicamente,
porque lo emotivo no encuentra respaldo en el discurso y todo se vuelve un poco
caótico. En un punto, me resulta incomprensible, porque tomé nota durante todo
el show para que de alguna manera nada quedara librado al azar, pero la
sinestesia abrazadora, toma algunos atajos. De modo que, echando mano aquella
premisa que reza: “el orden de los
factores no altera el producto”, prosigo.
“Gran Hotel
Victoria”, “La
Biblioteca”, “Canaro en París”, fueron
algunos de los clásicos que fue mechando con buena parte de su obra compuesta
para musicalizar los poemas de Gelman.
Y como el tango es también danza, aparte
de música y poesía, con “El Choclo”
invitó a bailar e inmediatamente con los primeros acordes, una pareja se arrimó
al espacio que quedaba libre entre el escenario y la gente y en su abrazo
milonguero, el de todos con todo.
Durante el transcurso de la noche, como para ir
amenizando, Mederos contó primero una
historia que dejó inconclusa y más tarde otra y en ambos casos dijo: “… a ésta historia la seguimos después”. Para ser honesta, dudé
respecto al desenlace de aquellas
historias, sin embargo, ya casi sobre el final, no solo las cerró; sino que las unió en una misma historia musical,
incorporando al relato un “minibandoneón”-protagonista indiscutido de la
primera historia, para tocar una canzonetta
que aludía directamente a la segunda historia porque transcurría en Italia. Aplausos y más aplausos solicitaban un bis y
como un acuerdo tácito, Mederos y su
trío complació con “Romance de barrio”.
Es que Mederos es sencillamente grandioso. No
sólo cuando dialoga con su bandoneón, sus historias a voz pausada también recrean
un climax sublime…hasta su forma de
transitar la música seduce, es como si estuviera tocando permanentemente al
filo del orgasmo. Con sus setentaypocos; viéndolo, escuchándolo tocar no hay
duda alguna de que lleva toda una vida sintiendo el tango con la misma intensidad.
Chapeau!
Mariu Montenegro
Publicado en B! Ritmos.
Barcelona, enero 2013.
Barcelona, enero 2013.
www.b-ritmos.com